Becas universitarias y cultura del esfuerzo

Artículo publicado en la sección de Opinión Tribuna de Heraldo de Aragón en Mayo 2018

Recientemente el Gobierno de Aragón ha aprobado unas ayudas por las que beca a estudiantes universitarios que aprueben más la mitad de los créditos correspondientes a un curso universitario, para que la segunda matrícula les resulte gratis en aquellas asignaturas que no han superado. De igual manera el Gobierno de España ha reducido en días pasados el nivel requerido para la obtención de becas del Ministerio de Educación, pasando de la exigencia de una nota media de seis a la nota media de cinco para obtener dichas becas.

Estos son sólo dos ejemplos de cómo se está instaurando en nuestra sociedad y política la creencia profunda de que más que promocionar una cultura del esfuerzo, debemos rebajar los estándares de exigencia y de logro de nuestros jóvenes. Para ello se invocan criterios de igualdad y de lucha contra la exclusión. Craso error. Apelar al criterio de igualdad con estas ayudas implica hacer tabla rasa con los jóvenes que peor o más mediocre desempeño tienen en sus estudios, en vez de hacerlo con aquellos que mejores resultados tienen. ¿Se imaginan qué estará pensando aquella persona que esté superando todos los años cada uno de los cursos universitarios, con el único apoyo económico de su familia?. En frente se encuentra a personas que no aprueban todo el curso y se les beca, o que aprueban, con un cinco raspado, y se les beca.

Apelar al criterio de la inclusión social es igualmente engañoso. En la actualidad todas las teorías sobre motivación descartan las retribuciones dinerarias, motivación extrínseca, como elemento de sostenibilidad de la motivación, potenciando sin embargo la motivación intrínseca como fuerza y motor de la acción sostenida en el tiempo. Lean en este sentido el apasionante libro de Daniel Pink “Drive” y verán como las más prestigiosas universidades americanas y europeas no tienen ninguna duda al respecto. Entonces ¿qué es más productivo para la sociedad, becar a jóvenes cuyo esfuerzo y resultados son mediocres, para evitar caer en exclusión, o potenciar la motivación intrínseca para que cada joven encuentre el sentido de su vida y oriente su esfuerzo en la consecución de su logro personal?. Vean el enorme y extraordinario trabajo de las entidades sociales de nuestro país y sus programas de inclusión en el empleo y comprobarán esto que les digo.

Si no potenciamos la cultura del esfuerzo, narcotizamos a nuestros jóvenes. Y lo hacemos con el narcótico de la asistencia, de la mediocridad como norma, y de la falta de asunción de la responsabilidad personal. Algo totalmente contrario a lo que el mundo empresarial y laboral demanda hoy: jóvenes comprometidos con su pasión personal, que se forman más allá de las exigencias del puesto de trabajo, que asumen la superación como crecimiento personal, y que están ávidos de conocimiento personal y profesional, haciendo todos los sacrificios necesarios para lograrlo. Y jóvenes así, créanme, los hay, y muchos.

No se trata por tanto de un problema de igualdad o de lucha contra la exclusión, se trata de en qué creemos como sociedad y cómo lo que hacemos trasluce nuestras creencias más profundas. Me niego a creer, como ciudadano, que la sociedad en la que vivo, considera que sus jóvenes merecen estar asistidos y subsidiados en los niveles, no ya mediocres, sino mínimos en su desempeño. Creo, y lo digo sinceramente, que podemos y debemos exigir más a nuestros jóvenes, porque tienen capacidad más que suficiente, y que debemos premiar el esfuerzo, con altos estándares de desempeño, porque sólo así avanzaremos como sociedad en este mundo tan complejo y exigente.

Carlos Piñeyroa Sierra

Director de Init Land

Consultor Free Lance en Innovación y dirección de personas