Pensiones e inmigración. Una realidad poliédrica que nadie nos cuenta

Artículo publicado en Septiembre en la sección Tribuna de Opinión de Heraldo de Aragón

En el año 2018 Bill Gates regaló a todos los graduados de Estados Unidos el libro de Hans Rosling “Factfulness”, un libro que muestra diez razones por las que estamos equivocados sobre el mundo y por qué las cosas están mejor de lo que pensamos. Y lo hace mediante dos afirmaciones complementarias: los datos son imprescindibles para conocer la realidad en la que vivimos, y por lo tanto, son imprescindibles para tomar decisiones, pero los datos deben acompañarse de una serie de principios, que hacen que la mirada siempre deba ser poliédrica, porque un dato, por sí mismo, es insuficiente para acertar en la siempre compleja toma de decisiones.

El pasado 25 de Agosto este diario publicaba una noticia muy interesante y demoledora por la contundencia de sus datos: el sistema de pensiones en España, que ya consume el 12,1% de nuestro PIB requiere, según la Autoridad Fiscal Independiente (Airef), que nuestra población incremente en 10 millones de habitantes de aquí al 2050, así como su tasa de población activa debería alcanzar el nivel alemán del 70%. Añadía que organismos internacionales como el FMI preveían para España un incremento necesario de la población inmigrante de hasta 5,5 millones más. Y apelando a un estudio de Carmen Ródenas, profesora de Análisis Económico de la Universidad de Alicante, que aglutina la información al respecto de Airef, Instituto Nacional de Estadística, y organismos internacionales como el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo y Eurostat, agencia estadística europea, para “2050 los inmigrantes deberían suponer entre el 43,4% y el 47,1% del total de residentes en España”.

Dos esferas de realidad diversa, las pensiones y la inmigración, se tocan en una realidad poliédrica, económica y social. Desde el punto de vista político, el debate de las pensiones se ha centrado siempre en el cuestionamiento del modelo de reparto y la necesidad del estímulo del ahorro como la expresión de un sistema mixto privado complementario del público. Y el debate de la inmigración se ha centrado siempre en la condición legal o no de la misma, y en el riesgo de la pérdida de identidad en un debate cultural a favor o en contra del multiculturalismo. Pero hete aquí, que pensiones (economía) está íntimamente vinculado a inmigración (social), a pesar de que ningún partido político esté planteando de manera clara y diáfana a la sociedad esta realidad poliédrica.

Sería por lo tanto de mucho interés, que nuestra clase política comenzara desde ya a abandonar discursos simplistas sobre ambos extremos. De quienes denuestan la inmigración sin más, por un criterio social y de identidad, y de quienes reducen el mismo a una cuestión humanitaria de café para todos, desprovista de la complejidad, precisamente humanitaria, de evitar la explotación delictual del ser humano, y la complejidad económica de asegurar que la incorporación de nuevas personas en nuestro país deba estar equilibrada para atender tanto a un reconocimiento efectivo del derecho de migración, como a la necesidad de mantener una tasa de ocupación efectiva que permita el sostenimiento de nuestro pilar social (de todos, nacionales e inmigrantes).

Realidad poliédrica, compleja, más allá del dato, pero donde el dato ancla una evidencia sobre la que debe pivotar la aproximación política. Y la ciudadanía deberíamos saberlo, para evitar extremos poco beneficiosos para nuestro país, y para el mundo. La virtud, siempre, se encuentra en el medio.

Carlos Piñeyroa Sierra

Director de Conversaciones e Innovación abierta de Grupo Init. Free lance en Innovación en Dirección de Personas.