¿Quién le pone el cascabel al gato?

Artículo Publicado en la sección de Opinión Tribuna de Heraldo de Aragón en Octubre 2019

En mi colaboración con Heraldo de Aragón del pasado mes de Septiembre escribía sobre la importancia del binomio “inmigración y pensiones” en virtud del cual, y basado en informes estadísticos, la economía española necesitará para la supervivencia del actual sistema de pensiones que para “2050 los inmigrantes supongan entre el 43,4% y el 47,1% del total de residentes en España”. Permítanme que, ahondando en esta idea, traiga ahora a colación un nuevo elemento que convierta ese binomio en un trinomio singular: “inmigración, pensiones, y educación”.

César Alierta, presidente de la Fundación Telefónica, y buen conocedor del sistema educativo español presente, y más importante aún, conocedor de las necesidades educativas presentes y futuras que reclama el sistema empresarial actual, advertía en la pasada edición del South Summit celebrado en Madrid hace unas semanas que “sólo en España hubo en 2018 hasta 300.000 puestos de trabajo que no se pudieron cubrir, porque el sistema educativo no los produce” y en concreto cifró en 2,5 millones el número de puestos de trabajo digitales que necesitará España en los próximos tres años.

La propia Fundación Telefónica es la que ha importado de Francia el modelo 42, modelo educativo en programación, al margen de acreditaciones y presupuestos formales, en el que cualquier persona, independientemente de su edad y formación previa, termina siendo un especialista en programación, hasta el punto tal, que gran parte de ellos son reclamados por las empresas incluso mucho antes de finalizar sus estudios. El éxito está en saber reclutar a personas cuyas actitudes ante el aprendizaje demuestren pasión, entrega, y vocación por la superación personal.

Las Hijas de la Caridad de San Vicente Paúl están desarrollando dos programas del Gobierno de España, uno de protección internacional y otro de protección humanitaria en el que acogen a personas que huyen de conflictos bélicos o están en riesgo de exclusión por su condición de asilados o inmigrantes en situación de ilegalidad. El principal problema de estos programas gubernamentales es que tienen una duración determinada en los que, supuestamente, transcurrida la misma, las personas tienen que autoabastecerse. Sin embargo estamos hablando de personas con unas actitudes de superación espectaculares, que han sobrevivido a condiciones extremas, y cuya vocación por la superación personal está fuera de toda duda. Para estas personas entrar en el ciclo formativo académico español resulta muchas veces complicado porque la inmediatez de sus necesidades más básicas, una vez terminados los programas de acogida, no les permiten destinar su valioso tiempo a la formación sino al trabajo en cualesquiera circunstancias y condiciones.

Sabemos que necesitamos más personas para sostener nuestro sistema de pensiones en el futuro, sabemos que la inmigración es necesaria para cubrir esa cifra, y deseamos que esa inmigración trabaje para que pueda dignificar su vida y pueda producir riqueza y bienestar en nuestra sociedad. Tenemos empleos digitales no cubiertos por nuestro propio sistema educativo y laboral, sabemos que esos empleos digitales no precisan de ciclos formativos largos y formales, sino actitudes como el afán de superación, la entrega y la pasión por salir adelante. Tenemos personas cuyas vidas nos hablan de huidas de conflicto bélico, abandono de sus casas y profesiones, y búsqueda desesperada de un mejor futuro para ellos y los suyos construidos desde su propio esfuerzo. ¿Es necesario que haga yo la correlación, o es una correlación natural inmigración, pensiones y educación?. A ver quien le pone el cascabel al gato.

Carlos Piñeyroa Sierra. Director de Conversaciones e Innovación abierta Grupo INit. Free lance en Innovación en dirección de personas