Así empezaba un juego que de pequeño realizábamos con mi abuela Nana…»de la Habana ha venido un barco cargadito de… cosas que empiezan por….» y así nos pegábamos la tarde dándole al abecedario hasta agotarlo…Y así me gustaría empezar este año…cargadito de…pequeñas cosas, de cosas sencillas, de pequeños momentos…
Vivimos en un tiempo en el que además de ser todo apocalíptico, es un tiempo de malas noticias: la crisis, la corrupción, la escasez,…y sin embargo yo creo que nos estamos dejando contagiar por ese mal espíritu que es el pesimismo. Hay muchas razones para la esperanza. Muchas. En el 2011 hemos/he vivido muchos buenos momentos. La clave de todos ellos es su pequeñez, su escasa relevancia internacional, o nacional, o local, pero que juntos son capaces de hacer VIDA: el encuentro entre dos personas que se han agredido y que por medio del diálogo llegan a una solución, la persona que decide invertir todo su paro en la generación de un negocio que haga realidad sus sueños, la banda de amigos que se deciden a presentar un proyecto de economía social para dar rienda suelta a su enorme talento, la persona que sale de prisión e intenta a pelo una nueva vida, las quedadas en torno a una cena, el nacimiento de un nuevo sobrino, la recuperación del contacto con personas que estaban lejos, físicamente y emocionalmente, la caricia de quien te quiere, la historia compartida con sueños compartidos con personas que son ya tú, la risa de mi madre, la risa de mi madre y mi hermana juntas que es ya para nota, la selección de un proyecto… hay muchas razones para la esperanza, sólo hace falta mirar en la proximidad, rascar, ponerse unas gafas diferentes, y mirar con el corazón.
Está claro que la solución de lo «grande» tiene que venir por la suma de muchos «pequeños», pero hasta que no le demos valor a lo pequeño no conseguiremos transformar lo grande. Seguir pensando en grande, en macro, se nos hará dificil de abordar y de transformar; y nos agotará. Necesitamos «reconocernos» en lo pequeño, volvernos a conocer, volver a dar sentido a las pequeñas cosas porque es en ellas donde radica la palanca de cambio de la esperanza. Seguramente desde lo pequeño, seamos capaces entonces de reconocer la importancia del roce, de la ternura, de la cooperación, del sostenimiento mutuo, como elementos de cambio más potentes que la simple indignación o enfrentamiento.
Atrévete, sé valiente, «de la Habana ha venido un barco cargado de…» tú decides.