Contribuimos para recibir (II). Publicado en Periódico de Aragón en Agosto 2015
Cuando todavía nos chirrían las últimas noticias de que los grandes grupos empresariales contribuyeron en 2014 apenas un 6% de los beneficios obtenidos en 2013, mientras que el tipo medio de las pymes fue un 15% o un 16% el de la retención de asalariados, llega el momento de dar cierre a este artículo “Contribuimos para recibir” que inicié hace unas semanas, hablando precisamente de la diferencia gravosa entre la fiscalidad sobre rentas y la fiscalidad sobre capitales y patrimonios. Hablaremos hoy de esa segunda parte, del “recibir”.
Sin duda, en lo profundo de la obligación de contribuir está la expectativa de recibir. Una parte importante de los Presupuestos Generales del Estado se destinan a servicios sociales, educación, y sanidad, los tres pilares del Estado del Bienestar. Pero, igualmente es indubitado que la relación causal se quiebra, cuando asistimos atónitos a un desmantelamiento del Estado del Bienestar, porque, si contribuimos, pero no recibimos esos servicios, la pregunta es ¿dónde, entonces, se invierten nuestros impuestos?. Y sin duda ahí aparece en el imaginario colectivo la sangrante corrupción, la que conocemos, y la que no conocemos, pero intuimos. Asistimos ya casi sin rubor a cajas B, a comisiones, a cuentas millonarias en Suiza con dinero público, … Y sin duda eso genera una brecha de desconfianza en la ciudadanía, que, merma su compromiso con la obligación de contribuir.
Pero recibir también es una cuestión de educación. En España ¿quién habla del bien común? ¿quién habla de generosidad? ¿quién habla de corresponsabilidad?. Contribuir exclusivamente por la búsqueda de la reciprocidad, doy para que me des, nos hace pobres como ciudadanos y frágiles como contribuyentes. Contribuir para que otros reciban, para nivelar desigualdades, para ser felices, todos, es algo que no sé si ya no está en el ideario español o si nunca lo estuvo. Asignaturas como educación para la ciudadanía, educación en valores en nuestros colegios, universidades, y por supuesto, empresas, ayudarían a entender que recibir no se escribe en primera persona del singular, sino en primera persona del plural. Nosotros, la sociedad.
Carlos Piñeyroa Sierra
@carlospineyroa