Artículo publicado en Heraldo de Aragón en Mayo 2024
Vivimos en un país en el que el principal jefe de la oposición disparó fuego de guerra contra su adversaria en el interior de su propio partido. Vivimos en un país en el que el vicepresidente primero del Gobierno de España dejó su cargo al servicio de la sociedad para luchar encarnizadamente en unas elecciones autonómicas contra la candidata del partido opuesto. Vivimos en un país en el que el presidente del Gobierno de España dispone de cinco días para pensarse si continua o no en el ejercicio de sus funciones de servicio público, porque se considera vilipendiado por una denuncia cursada en un juzgado…. Vivimos en un país en el que la clase política parece responder más en sus movimientos a sus propios intereses tácticos que al interés del bien común.
Vivimos en una sociedad polarizada, y uno no sabe si la polarización se deriva de este comportamiento de sus líderes o sus líderes se comportan en función de lo que espera la sociedad a la que sirven. Realmente da igual. Realmente ya casi todo da igual, porque uno ve con perplejidad los movimientos que diariamente realiza nuestra clase política y, a diferencia del circo, uno ya no se sorprende por un “más difícil todavía”.
Asisto atónito a conversaciones sobre política entre amigos, en el trabajo o en cualquier parte. Me asombra que personas formadas, excelentes en su trabajo, hablen de lo que ocurre en este país en el que vivimos con un lenguaje grueso, cargado de las peores emociones, e incapaz de centrar la conversación en el debate. Pero me temo que todo está emponzoñado ya, y que los resquicios para recuperar el sentido común en el debate político cada vez están más lejos.
Deberíamos regenerar la política, empezando por los partidos políticos, asegurándonos que esta clase política tiene verdaderamente vocación de servicio, que ha hecho algo más en su vida que pertenecer a un partido político y medrar, que ha demostrado previamente a su actividad política que ha servido profesional o altruistamente en causas sociales y ciudadanas. Deberíamos regenerar la política continuando con la desaparición de los gabinetes de comunicación de los partidos políticos, esos que cada mañana dan instrucciones precisas de frases y palabras que deben ser usadas por doquier en medios de comunicación para asentar una verdad o mentira que corre a su favor. Deberíamos regenerar la política dejando libertad de voto en el Parlamento y el Senado, otorgándoles a sus señorías algo más de inteligencia que la de pulsar un botón independientemente del debate y el diálogo. Deberíamos regenerar la política atemperando los ánimos de nuestra sociedad mediante un ejercicio de paciencia, de pensamiento crítico, y de intentar centrar nuestras conversaciones en base a nuestra reflexión personal, no en la reproducción instantánea y automática de los argumentos vendidos por departamentos de comunicación de partidos políticos.
Nos hemos acostumbrado a la corrupción, a la desinformación, a donde dije digo, digo Diego, nos hemos acostumbrado a que nos engañen como ciudadanía, nos hemos acostumbrado a que todo aquello que damos como extraño, imposible, inverosímil en el seno de nuestras empresas, organizaciones, familias,….se dé como normal en el ámbito de lo político. Y me pregunto ¿cómo es esto posible? ¿cómo hemos llegado hasta aquí?. Creo que tenemos la peor clase política que podríamos tener y que hemos tenido en mucho tiempo, pero cruzo los dedos para que esta afirmación no vaya a peor, porque de un tiempo a esta parte todo lo relativo a la política va de mal en peor. Y la única esperanza que albergo es que la sociedad, esa masa informe de la que formamos parte usted y yo, tome conciencia de esta realidad y emerjan de entre su seno, nuevos liderazgos capaces de devolvernos de nuevo la esperanza en nuestros líderes políticos. No es tan difícil, simplemente necesitamos regenerar la clase política. Depende de usted. Depende de mí.
Carlos Piñeyroa Sierra