Tres millones

Artículo publicado en Heraldo de Aragón en Septiembre 2024 en sección Tribuna

La memoria es frágil. Y no sólo por el paso de la edad, sino por el proceso natural de la vida, que se va llenando, de forma progresiva, de nuevos recuerdos que dejan en segundo plano aquellos que hoy eran más recientes. La memoria es frágil, en lo personal y en lo colectivo, y por eso es necesario hacer un ejercicio continuo de selección de aquello, que de forma natural iría quedando en el olvido, para rescatarlo, y posicionarlo en un lugar preeminente de nuestros recuerdos, porque nos interesa, porque así lo queremos. La memoria es frágil, y requiere de ejercicio, y ese ejercicio no es neutral ni aséptico, sino, muy al contrario, es intencional y singular. Recordamos lo que queremos, lo que nos produce placer, o lo que nos ayuda a crear narrativas, historias, nuestras historias, que nos singularizan y nos hacen únicos. Somos lo que somos porque nos hemos construido de recuerdos que configuran nuestra personalidad, como individuos y como sociedad, y sin duda esos recuerdos condicionan y condicionarán nuestras elecciones vitales presentes y futuras. 

Por pura casualidad tuve oportunidad de conocer este verano el Centro Memorial Víctimas del Terrorismo de Vitoria. Este Centro Memorial es algo único en España. En mi visita, mi ticket me advertía que era la persona 90.564 en verlo, en tres años de existencia del Centro. 30.00 personas por año. Ojalá fueran 3.000.000 por año. 

En la mediación penal que realizamos desde la Asociación ¿hablamos? en los juzgados de Aragón, hablamos siempre de la diferencia entre el daño y el dolor. El daño es el resultado físico, tangible, del acto violento; las heridas. El daño es algo objetivo, todo el mundo puede percibirlo, y por lo tanto se puede socializar. El dolor por el contrario es la consecuencia que el daño deja, de forma singular, en cada persona afectada por el mismo. El dolor es algo propio, exclusivo de cada persona, único e intransferible, porque un mismo daño puede provocar un dolor muy diferente en diferentes personas. Este Centro Memorial Víctimas del Terrorismo de Vitoria  es un escaparate no sólo del daño, sino del dolor de las víctimas del terrorismo en España. Y ahí está su grandeza y su enorme potencial educativo: todos conocemos el daño del terrorismo, pero muy pocos alcanzan a descubrir el dolor causado de manera permanente en las personas que han sufrido un acto terrorista. Y más allá de esto, este Memorial educa al provocar, siquiera, una osmosis entre quien lo ve y quienes lo protagonizan. Educa porque trae a primera línea de nuestra memoria el daño causado a lo largo de los años, y genera un nuevo recuerdo del dolor de tantas personas que han visto sus vidas destrozadas en nombre de la nada. Educa porque es imposible quedar indiferente ante el dolor. Uno puede posicionarse políticamente en el daño, puede, lamentablemente, hasta justificarlo. Pero uno no puede mostrar indiferencia hacia el dolor, y no puede cuestionarlo porque es único, personal, intransferible de aquel que lo padece. Por eso este Centro Memorial educa, porque rescatado el daño, se resignifica con el dolor de las víctimas, y se hace indeleble. Créanme, de este Centro Memorial uno sale golpeado, emocionado, revuelto, y sobre todo, re-educado. 

Transitar del daño al dolor y educar la memoria, esa es para mí la grandeza de este Centro Memorial Víctimas del Terrorismo. Si pueden, no dejen de ir a visitarlo. Si pueden, lleven a sus alumnos, a sus hijos, a sus estudiantes universitarios, a sus amigos, a sus familias. Ojalá sean tres millones el próximo año. Ojalá eduquemos nuestra memoria con este dolor, ojalá no posterguemos en el olvido, no sólo el daño, sino el dolor creado en las personas y en la sociedad. Como se dice en uno de los vídeos del Centro Memorial: “Desde su muerte han pasado los años, pero ya no la vida”. Pues eso, que la memoria, la nuestra como individuos y como sociedad, pueda ayudar a devolver a tantas personas, para las cuales ya sólo queda el tiempo, recuerdos, y dolor, nuestra agradecida memoria. 

Carlos Piñeyroa Sierra

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