Artículo publicado en Heraldo de Aragón en la sección de Opinión en Noviembre 2024
Dialogar. Todos decimos que lo hacemos, pero no necesariamente lo hacemos bien. Dialogamos de forma natural, en la manera que hemos aprendido desde que somos pequeños. Pero nadie, muy poca gente, se acerca al diálogo desde propuestas metodológicas: no existen asignaturas de diálogo en los colegios, (sí de debate, que es algo totalmente diferente y desde mi punto de vista cuestionable), no se aprende a dialogar en la universidad (sarcásticamente se ha dejado a un lado la filosofía como asignatura transversal que enseñe el carácter poliédrico de la existencia y por lo tanto el diálogo que enriquece), y no se estimula el diálogo en la empresa u organizaciones, más allá de técnicas de venta, que no son diálogo sino persuasión. Tampoco vemos resultados que nos induzcan a pensar que en las familias se están desarrollando al interior nuevas fórmulas de diálogo que sustituyan, con la informalidad creativa, la ausencia de aprendizaje formal, más bien al contrario; hay como una cierta sensación que el diálogo familiar ha sido sustituido por unas redes, una tecnología, unos móviles omnipresentes que eluden la presencia del otro como persona a descubrir y con la que compartir puntos de vista.
Y es que el diálogo es eso, descubrimiento. De uno mismo, al tener que viajar hacia la comprensión de uno mismo “por qué digo lo que digo, por qué creo lo que creo”, y hacia la comprensión del otro “por qué dice lo que dice, por qué cree, lo que cree”. Y lo mejor de todo, un diálogo fructífero es un diálogo que estimula la creatividad individual y colectiva, es una herramienta para descubrir, encontrar, soluciones que antes de iniciar la conversación no existían y que ahora son posibles caminos a transitar.
Pero el diálogo es también transformación. Folger y Bush en su libro “La promesa de la mediación” ya advertían como el diálogo, la palabra, produce un efecto extraño en la personas: las transforma sutilmente, calladamente (no es oxímoron), y sin saber cómo, dos personas enfrentadas que dialogan dejan de ser lo que eran para transformarse en algo diferente. Es el valor de la palabra que nos humaniza, que ejerce en nosotros una poderosa fuerza que apela a los más profundo de nuestra humanidad.
Es posible, que esta sensación sea la razón por la cual muchas veces nos negamos a dialogar: porque sabemos que el diálogo nos llevará a bucear en nosotros mismos, que nos obligará a descubrir alternativas que hasta ahora no contemplamos, pero sobre todo nos llevará a una transformación intangible, sutil, que no controlamos de manera racional, y que hace, que una vez que la palabra entra en nuestra vida, lo pétreo desaparece y se transforma en algo poroso, como si fuera una esponja, con huecos que pueden ser llenados con nueva vida, con nuevas realidades, nuevas aportaciones… no siempre del otro, sino, y esto es lo importante, nuestras, que ya estaban en nosotros, dormidas, languideciendo, …
Reconozco que el diálogo no siempre es posible, pero esto, siendo cierto, no debería llevar a no intentarlo, o saltar por encima de él denostándolo como ingenuo, vacuo, o peor aún, considerándolo una formalidad por la que hay que pasar como quien surfea una ola, o cumple un trámite.
La Asociación ¿hablamos? asociación para la mediación penal, penitenciaria y gestión de la convivencia en Aragón cumplimos veinte años que celebraremos el próximo 26 de Noviembre en el Centro Pignatelli a las 19.00 horas. A esta celebración están invitadas todas las instituciones políticas de la Comunidad, todas las formaciones políticas con representación parlamentaria, así como la sociedad civil organizada y la ciudadanía. Nuestro único objetivo en esta celebración es poner en valor el diálogo en una sociedad que cada vez más se polariza. Un diálogo político, institucional, social, educativo y ciudadano.
Hemos aprendido a dialogar de manera natural, quizás es el momento en el que, entre todos, articulemos las bases de un diálogo público y privado basado en metodología, en el aprendizaje, en la colaboración, y en la transferencia de conocimiento. ¿hablamos?.
Carlos Piñeyroa Sierra
Presidente de la Asociación ¿hablamos? asociación para la mediación penal, penitenciaria y gestión de la convivencia en Aragón