Lo inacabado

Artículo publicado en Mayo en Heraldo de Aragón en la sección «Tribuna»

Este es seguramente uno más de los muchos artículos que estos días se han escrito sobre Francisco….o no…y no lo es porque no habla de él, habla de mí. Bueno, mejor, de él en mí,…y puede ser que también sea un artículo de él en ti…tendrás que esperar hasta el final para saberlo. 

La primera vez que escribí a Francisco fue tras un mes de silencio en Jerusalén. En el año 2018 se cumplían 25 años desde que estuve viviendo un año en la Comunidad de Taizé, y quería, necesitaba, volver a sentarme junto a un Dios que me acompañaba en el silencio. Tras treinta días en la casa de los jesuitas en Tierra Santa, me atreví a escribirle para contarle lo que aquel periodo de silencio había supuesto para mí. 

No hubo respuesta, y de alguna manera sentí que aquello estaba inacabado. 

La segunda vez que escribí a Francisco fue a través del Cardenal Omella. Bueno, yo no lo hice, pero lo hizo el gran Javier Macipe con ese estilo inigualable y auténtico que le caracteriza. Era el año 2021, yo coordinaba en Madrid unas sesiones de Economía de Francesco en las que le pedí a Javier traducir, en lenguaje audiovisual, las conclusiones de aquellas sesiones. Javier tuvo como un sueño: por qué no llevar Economía de Francesco al cine, por qué no hacer una película “no sobre”, “ni para”, sino “con el propio Francisco”. Y ahí nos presentó un guion maravilloso, extraordinario, un guion que Javier nos dijo, “tiene que llegar al Papa, un Papa tan accesible estará dispuesto a participar en la película”. Y ahí no paramos hasta llegar a hablar con Omella que inició el encuentro por videoconferencia con un “¿quiénes son estos locos, contadme, decidme, quienes sois?”…y vaya que se lo dijimos, “los locos de Dios”, como Francesco. De allí salió la carta que Javier escribió para el Papa invitándole a participar en su siguiente película. Omella entregó carta y guion al Papa,…

Pero no hubo respuesta, aquello estaba inacabado. 

La tercera vez que escribí a Francisco fue con ocasión de la publicación de mi libro “En claroscuro”, el librito que escribí tras el fallecimiento de mi hermano Antonio. En una parte de ese libro menciono la “Fiducia Suplicans” como la promesa cumplida de un amor que acoge a las personas divorciadas, como era mi hermano Antonio. Le envié el libro a Francisco, con el único ánimo de agradecer aquella iniciativa tan maravillosa que reconciliaba a las personas divorciadas con el amor que siempre estuvo ahí, el amor de Dios, aunque no lo estuviera siempre el amor de la Iglesia. 

Pero no hubo respuesta, otra vez inacabado.

La cuarta y última vez que escribí a Francisco, fue recientemente. También lo hice a través de Javier Macipe. Javier siempre ha definido su película “La estrella azul” como el viaje espiritual de Mauricio Aznar. Y quería que el Papa la viera, no sólo por las enormes sincronías de la película con el pontificado de Francisco, sino, primera y principalmente porque Inge, la madre de Mauricio Aznar tenía ese último deseo. Y así empezamos a elucubrar cómo hacerle llegar la película a Francisco junto con una carta de presentación de Javier. Y tras muchos intentos llegó María José Navarro, la periodista de la COPE, que por circunstancias de la vida yo conocí tras la publicación de “En claroscuro”, y que  pudo facilitar a través de terceras y cuartas personas que la película y la carta de Javier llegara al Papa. 

Pero no hubo respuesta, inacabado de nuevo.

Ahora sé, que lo extraño no era que no me contestara, lo extraño era y es que nos hayamos dirigido a él con la confianza de saber que podemos hacerlo, sin importar si habrá respuesta. Podemos hacerlo porque al otro lado no está Francisco, está un hombre que ha desaparecido para dejar transparente el amor de un Dios que le habita, el amor de un Dios que le sale a borbotones por la mirada, por las palabras, por los gestos. 

Y ahora sí, para ti, que iniciaste la lectura de este artículo esperando que tuviera algo de ti. Lo tiene. Es la presencia de un Dios Todocariñoso que habita en cada ser humano, en cada persona, dejar emergerlo, o verlo en los demás, sólo depende de ti. Por eso todo está inacabado, porque todo espera que dejes brotar en ti, como Francisco, al Dios Todocariñoso que te habita.

Carlos Piñeyroa Sierra

Consultor en Economía con Sentido

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