Artículo publicado en Heraldo de Aragón en la sección de Opinión en Septiembre 2023
Vivimos unos tiempos en los que no importa que es lo que ocurra en realidad, el relato se encargará, a base de reiteraciones de una historia creada, de alejar tu mirada de los hechos para centrar la discusión solo sobre aquello que se ha decidido que es el relato. Hemos tenido recientemente este verano, tuvimos en el pasado, y sin duda tendremos en el futuro ocasiones para comprobar esta máxima que se decía del mal periodismo “que la realidad no te estropee una buena noticia”, y que en la actualidad se podría traducir por “que los hechos no estropeen tu relato para empujar tu causa, cualquiera que esta sea”.
Y si de esto en lo social tenemos ejemplos más que sobrados, en lo político cada vez es más frecuente. Desde mi punto de vista varios hechos son palmarios en la política española en los últimos años: que somos una democracia parlamentaria; que vivimos durante décadas con un sistema bipartidista que casi emulaba a los tiempos de Cánovas y Sagasta; que si en algún momento durante esos años importó a la ciudadanía la dimensión política de las elecciones en el momento de emitir su voto, esta se basaba en programas sobre cuestiones económicas, sociales y territoriales; que la llegada de los nuevos partidos supuso un soplo de aire fresco que aventuraba cambios en la forma de desempeñarnos políticamente, y que aquella promesa de cambio se ha transformado en un sistema de bloques parlamentarios, donde la cuestión territorial, por un azar caprichoso de las matemáticas parlamentarias, ha devenido en elemento esencial, con gran desasosiego para quienes no tienen cuestiones territoriales en lid, es decir, para un alto porcentaje de la población española.
Ante estos hechos el Partido Popular ha lanzado un órdago basado en un acuerdo de los dos partidos mayoritarios en España. Un acuerdo por el que el líder del Partido Popular gobernaría durante dos años, bajo seis propuestas institucionales de Estado, que consensuaría con el PSOE que quedaría en la oposición. Un tiempo de paz institucional para cohesionar el Estado. Ese es el relato. Me temo que los hechos van por otra vía (mi experiencia en negociación y mediación me advierten que un ofrecimiento de este calado no puede ir acompañado de denostar al otro de forma casi inmediata a la presentación de una propuesta de acuerdo), pero puede advertirse como una oportunidad para que el gesto formal adquiera profundidad.
Y este es el órdago de los hechos: si la investidura del líder del PP resulta fallida, como parece que todo apunta, el líder del PP podría ofrecer al líder del PSOE su misma propuesta pero bajo la presidencia de éste. Esto pondría de manifiesto varios hechos y aclararía el relato hasta hacerlo congruente con los mismos: que la propuesta es institucional y no de partido; que el deseo de paz institucional es auténtico; que el PSOE tendría que elegir entre la propuesta institucional o gobernar de nuevo con una mezcla de partidos que ideológicamente nada tienen que ver en términos económicos o sociales (PNV versus Bildu, ERC versus Junts) excepto su deseo de cambiar el modelo territorial de España o de cambiar el concepto de España misma, y de mostrar que efectivamente el giro hacia un federalismo asimétrico del PSOE no es una cuestión caprichosa de los números parlamentarios sino una propuesta auténtica del PSOE que recoge su tradición federalista para actualizarla en este momento. Sólo así el relato será congruente con los hechos, lo será para los dos grandes partidos y la ciudadanía, de izquierdas y derechas, constitucionalista o no, territorialmente diversa, podrá elegir en las próximas elecciones basada en hechos y no en relatos. ¿Ocurrirá?. Los hechos a veces son incómodos y en ocasiones son difíciles de gestionar.
Carlos Piñeyroa Sierra