Publicado en Tribuna de Heraldo de Aragón en Marzo 2018
En un mundo en que todo evoluciona tan rápidamente y la vida útil de las innovaciones es cada vez menor, está claro que innovar ya no es una opción. El contexto nos exige innovar, ser creativos y audaces, y no sólo en lo que hacemos sino también en cómo lo hacemos.
En el ámbito de la innovación hemos pasado por diferentes estadios que yo tengo a bien resumir de la siguiente manera: una primera fase en el que la innovación se encasilló en un departamento, cabezas pensantes al servicio de toda la organización, con la evidente desventaja de arrinconar el proceso innovador en una esquina, por importante que ésta fuera, de la propia organización. La irrupción de las start ups llevó a las grandes corporaciones a querer emular ese mundo de proactividad y asunción de riesgo, y muy en el estilo de lo que “habíamos hecho siempre” se pensó que la innovación disruptiva se solucionaba comprando pequeñas e incipientes start ups como si de empresas grandes se tratara. Ahí tenemos el ejemplo de Telefónica comprando, y hundiendo, a Tuenti, por haber fagocitado todo el espíritu innovador de la start up, sin haber comprendido que innovar en el siglo XXI requería de fórmulas diferentes que se alejasen del modelo de poderoso caballero es don dinero. El siguiente estadio fue incorporar a las start ups en la propia organización, el corporate venture, cuyo objetivo fundamental era traer a las start ups a tu propia organización con el ingenuo ánimo de que, por estar dentro de ti, tus propias estructuras cambiarían de manera natural, y favorecerían el cambio de relaciones internas y externas, sin más. Y así hemos visto en estos recientes años, meses, infinidad de empresas con sus propios “garajes” de start ups, sus incubadoras corporativas, o sus espacios de trabajo “coworking” más orientados a un cambio estético que sustancial, en las que, si rascas un poco, todo sigue igual…pero más moderno, eso sí.
Innovar hoy sólo es posible haciéndolo desde la innovación abierta. No se trata de “fagocitar” ni de “comprar”, se trata de ponerse en pie de igualdad entre diferentes agentes para analizar la realidad poliédrica desde diferentes ángulos, y, entre todos, encontrar soluciones nuevas a viejos retos o problemas. La innovación abierta reclama posiciones iguales, donde, no unos saben mucho y muchos no saben nada, sino donde todos tienen algo que aportar. Y el resultado de ese plano de igualdad son ecosistemas de innovación, verdaderos organismos vivos, donde cada parte es esencial para la vida del sistema, y donde cada parte preserva su singularidad. Ecosistemas en los que grandes empresas, pymes, start ups y mundo educativo son capaces de orientarse hacia un reto común, donde todos ganan, y todos aprenden, sin pérdida de su singularidad y sin ejercicio de posiciones dominantes.
La Innovación abierta requiere además de la presencia de las administraciones públicas, como marco regulatorio o como facilitador. Administraciones que a día de hoy ni están ni se les esperan. El ayuntamiento de Zaragoza todo lo bien que lo hace en el ámbito social, lo hace mal en el ámbito empresarial en el que carece de una estrategia, no voy a decir clara, sino una estrategia en sí. Del Gobierno de Aragón se puede decir exactamente lo mismo, o peor, anclado en viejas formas que están no sólo lejanas de la innovación abierta, sino del propio concepto de impulso de la innovación y la generación de estructuras para su desempeño. Y del Gobierno de España poco se puede esperar cuando en reiteradas ocasiones ha renunciado a participar en encuentros de innovación abierta en el ámbito del ahorro o en energía, calculando más el momento y la oportunidad política que la imperiosa necesidad de avanzar hacia nuevos productos y servicios mediante la colaboración transversal de todo el tejido productivo.
Lo vamos a ver, lo estamos viendo, la innovación abierta, los ecosistemas de innovación son la clave de nuestra competitividad y de nuestra capacidad para aprender. La pregunta es…¿estamos abiertos a innovar?.
Carlos Piñeyroa Sierra
Director de Init Land. Free lance en Innovación en la Dirección de Personas