Artículo publicado en la sección Tribuna de Heraldo de Aragón en Diciembre 2019
Una sociedad que avanza no lo hace solo en el aspecto económico. Éste no deja de ser un reflejo de todo lo que subyace en el entramado social. Una sociedad que es justa, tendrá una economía justa. Una sociedad que es generosa, tendrá una economía generosa. Una sociedad que está formada, tendrá una economía competente.
Nuestra mirada a la sociedad, tradicionalmente, se realiza hacia aspectos evidentes. Pero tengo para mí, que en lo profundo de nuestro iceberg como sociedad, cada vez menos, miramos aquello, que, como decía el Principito, es invisible a los ojos, pero es determinante para nosotros como sociedad. Y, no, no me refiero en esta ocasión al amor, que podría ser, perfectamente, sino a la educación. Vivimos en una sociedad donde cada vez más la falta de unos principios mínimos de educación son cada vez más evidentes, y fuera de lo que se pueda pensar, impactan de lleno en la manera en la que nos relacionamos, consumimos, producimos,…He llegado a este punto de reflexión, negándomelo a mí mismo en varias ocasiones bajo el pretexto del prejuicio de que me hago mayor, de que cualquier tiempo pasado fue mejor, de falta de adaptación a lo nuevo,…pero finalmente, me miro en lo profundo y me digo a mí mismo, que en esta ocasión los prejuicios no me condicionan, sino que más bien es una evidencia. Y al mirarme, me respondo, que precisamente, son tantas las ocasiones en las que hago dejación de evidenciar esa falta de respeto, que me convierto en cómplice de ésta, por omisión de mi deber de socorro de nuestro patrimonio cultural.
Y cuando digo patrimonio cultural, digo bien, porque me temo que estamos en presencia de un eslabón perdido, que si nadie le pone remedio, conseguirá dar por normalizados determinados comportamientos, que, desconectados de nuestra educación, no tendrán referente en oposición con el que compararse. Así pues creo que somos nosotros, quienes callamos, o dejamos pasar como buenos, determinados comportamientos, los que somos corresponsables de esa pérdida de patrimonio cultural.
Somos nosotros los responsables de que la gente ponga la música del móvil a todo volumen en el autobús sin importar el respeto al resto de personas, somos nosotros quienes no nos importa que no se ceda el asiento a las personas mayores en el transporte público, somos nosotros los que permitimos que unos pocos bravucones impidan a la mayoría atender o estudiar, somos nosotros los que con nuestro consumo televisivo normalizamos la zafiedad y el mal gusto, somos nosotros los que reímos mensajes de whatsapp que denigran a las personas o colectivos, somos nosotros los que aceptamos conversaciones denigrantes e insultantes en las redes, o incluso las estimulamos, somos nosotros los que obviamos comportamientos incívicos en la calle, o en nuestra comunidad de vecinos, olvidándonos de que no vivimos solos, somos nosotros los que obviamos la cultura del esfuerzo y jaleamos el éxito fácil de estrellas mediáticas, olvidando que nuestros hijos nos miran en todo momento como referente a emular en el comportamiento,…
Somos nosotros, sí, los que con nuestras omisiones, estamos logrando que lo esencial de la sociedad se diluya y sea sustituido por algo superficial, desconectado de nuestro patrimonio cultural, y sencillamente peor. Y es que en liderazgo hay un dicho que dice que cuando tú no lideras, el contexto lidera por ti. Y tengan la certeza de que esa dejación de responsabilidad, ese eslabón perdido, si no se evidencia, desaparecerá, y entonces algún día nos preguntaremos ¿cómo hemos llegado a esto, cómo hemos llegado a esta sociedad, a esta economía, a esta manera de relacionarnos…?, y nos veremos obligados a contestarnos: fuimos nosotros.
Carlos Piñeyroa Sierra
Director de Conversaciones e Innovación abierta de Grupo Init. Freelance en Innovación en Dirección de Personas.